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Un ruego

Virgencita
blanca y pura como un nardo,
dulce flor inmaculada,
espejo fiel y sincero
de la inocencia y candor,
humilde madre de Cristo,
doncella de Nazaret,
a ti dirijo mis ruegos
que son ruegos de mujer.

A tus pies que son dos copos
de nieve blanca y rosada,
coloco mis esperanzas,
mis ilusiones primeras.
A ti, madre concebida
sin pecado original,
tu hija también pura,
viene a tus pies a implorar.

Que yo sea siempre buena,
candorosa y delicada,
imagen de tu belleza
serena e inmaculada.

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