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Desolación

Príncipe azul que llegaste
al alféizar del palacio
donde una jovencita
de carita virginal
y dulces ojos garzos
contemplaba el horizonte.

De pronto, los ojos negros,
negrura de noche cuervo
sonríen,
y la picardía se asoma
a su carita de cielo,
porque sabe que ha venido,
el príncipe de sus sueños.

Mas después de arrebatarle
la tierna flor de su amor
te alejaste de su lado
sin ninguna compasión
destruyéndole su alma
blanca y pura como el sol.

¡Maldito sea el caballero!
¡Maldito su corazón
que por llevar se llevó
el más lindo ramillete
que en Castilla floreció!

Ya no sonríe la niña,
ya no acaricia a Cantor,
pajarillo que le hablaba
de un paisaje embrujador.
Ya no bebe el agua clara
del manantial del amor,

Sus mejillas sonrosadas,
han perdido su color,
y sus labios de rubíes
marchitos están de dolor.

La dulce niña descansa,
tronchada como una flor,
en un lecho de azucenas
tan blanco como el alma que subió
a la infinidad del cielo
donde Cristo la llamó.

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