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Mes: diciembre 2020

Abuelita

¡Cuánto has sufrido,
madrecita!
¡Cuántos dolores
han lacerado
tu dulce faz!

Qué de sudores
han resbalado
por tus sienes
plateadas,
sellando
tus labios
de corales
con un ¡ay! de dolor.

Eres ejemplar
como cristiana.
Como madre
eres sencilla.
¡Eres buena!
Digna de respeto,
de alabanza
y de amor.

¡Cuántas veces
tus ojos han llorado
por los hijos
que el Señor
te concedió!

Y esas lágrimas,
rocío matutino,
por tu cara de rosa
resbaló,
semejándote
a la Madre
que un día
también lloró
arrodillada a los pies
de su Hijo, el Redentor.

Muy pronto,
al hogar retornarás
y esta nieta que te adora
a tus pies se postrará
rogándote que la quieras
cada día un poco más.

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Fidelidad

La pálida luna clara
daba reflejos azules,
violáceos, como de plata,
en tu cabellera negra
tan rebelde y obstinada.

Todo incitaba al amor,
la grata noche callada,
las estrellas rutilantes,
Cupido que nos miraba.

Tu voz cálida, apasionada,
resbalaba por mi cuerpo
como música encantada.

Tus ojos llenos de amor
puso fuego en mis mejillas
a la vez que iluminó
el alma niña dormida.

No osaba mirar tu rostro
por encontrarme aturdida,
mas tú, mi gran protector,
todo lo comprendías.

¡Y ni un reproche,
ni una queja proferías!

Sólo te quiero, mi amor,
por ti daría la vida.
Si algún día me dejases
también te perdonaría,
pero sé que no lo harás,
por ser eso villanía
porque me juraste amor,
porque tengo por testigo
a Jesús el Redentor
que a ti te condenaría
sumiéndote en el dolor
y en la más triste agonía.

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Juventud

Alas doradas del sueño,
blancas olas de ilusión,
fuerza, viento, destreza,
belleza de tierno amor.

No soy tiempo, soy… eterna.
Lleno con risas y cantos
las almas que me contentan.

Hago clara transparencia.
Adorno con mi pureza.
Brindo a quien me recibe
fragancias de mil violetas.

Nunca muero. Soy activa.
Mi vida muere en el cuerpo
y en el alma se reanima.

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Una Navidad diferente

Ya hoy es Navidad.
Una Navidad triste,
nostálgica, sin ilusiones.
Sin poder contar con aquellos que nos hacen felices.
Una Navidad sin abrazos,
sin canciones.

Sin embargo, hay que pensar
en lo más importante,
en un Niño Jesús
que cada año nace
lleno de amor,
abriéndonos las puertas
de una Navidad
infinitamente mejor,
llena de esperanza y amor.

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Preludio de otoño

Una lluvia menuda
golpeaba incesante
poniendo lagrimones soñolientos
en los pesados cristales.

La tarde gris, casi otoñal,
inquieta, apasiona,
dulcifica las tristezas
que sin saber el por qué
a veces nos acompañan.

Los árboles desnudos de hojarasca
nos asustan y acobardan.

Este otoño que se acerca
une a todos los que aman
encendiendo las llamitas
que ardían en sus almas
llenas de comprensión,
de esperanza.

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Una estrella en el cielo

Pronto se cumplirán
veinte años de tu muerte,
madre.
Cierro los ojos y te veo
tan dulce, tan frágil,
víctima de esa cruel enfermedad
que te robó tus recuerdos
sin piedad, convirtiéndote
en flor inmóvil.

Me diste tanto amor,
me cuidaste tanto
que conservo tu recuerdos
que nunca se perderán
porque yo siempre los tengo.

Cada vez que miro al cielo
veo una estrella brillar.
Sé que eres tú
que me miras sonriente
y que siempre me amarás.

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Mamá

En este día especial
brilla en el cielo una estrella,
eres tú, madre del alma
que con dulzura me miras.

Hoy hace años que te fuiste
y en mi alma hay una herida
que tú cubres con tu amor
que desde el cielo me envías.

Nunca estoy sola, mamá,
siempre tu amor me guía.

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La pesca

La embarcación sencilla
surca el mar
y se aventura
por el espejo azulado
que le incita a navegar.

Alumbrada por la luna
va avanzando.
Los tules vaporosos de las olas
al son de los vientos
la va engalanando.

Han salido en busca
del cristal y de la plata.
De esa pesca blanca y clara
que se destaca en sus redes
por el balanceo inquieto
de sus colas levantadas.

No todo es calma en el mar.
A veces, se torna fiero
y sus aguas encrespadas
la persiguen
y acosándola, la atacan.

Los hombres envueltos
por la capa oscura y negra
de la angustia y el temor
se arrodillan temblorosos.

Sus miradas se levantan,
sus manos, en puño cerrada
y en sus labios una plegaria.
Holocausto que se eleva
hasta el Señor que los llama.

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Desesperación

El día es la tiniebla,
la noche el cruel dolor
y mi amor es una espina,
es doloroso aguijón
que se ha clavado en mi alma
como si fuese un arpón.

Herida de muerte tengo
de tan rojo bermellón
que al resbalar por mis venas
aumenta mi desazón.

La muerte lenta me cerca,
me cerca sin compasión
y yo la llamo a mi lado
con deseo, con ardor.

Mas ella no acude presta
al mandato de mi voz
porque así no lo desea
el amor del Redentor.

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A la Virgen de Montserrat

Cuando miro esa cara tan bonita
que a pesar de su color
nos resulta agraciada,
con su tierno infante en brazos
y su cara levantada
y sus ojos fijos en Dios
y en sus labios una plegaria,
siento que mi alma se enardece,
que mi corazón me clama
amor para mis hermanos,
justicia para otras razas
y pienso que también los negros
tienen un alma,
una Madre negra,
pura y sin mancha
que por ellos reza
y que a ellos ama.

Una Madre que lloró
porque a su hijo mataban
siendo Él como era
el Redentor de las almas.

Se repite la historia.
Sí, se repite.
Y resulta vergonzoso
que no se sumen a la causa
todos los fieles cristianos
que a Judas calificaban
de vil reptil y venenosa alimaña.

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