Pronto se cumplirán
veinte años de tu muerte,
madre.
Cierro los ojos y te veo
tan dulce, tan frágil,
víctima de esa cruel enfermedad
que te robó tus recuerdos
sin piedad, convirtiéndote
en flor inmóvil.
Me diste tanto amor,
me cuidaste tanto
que conservo tu recuerdos
que nunca se perderán
porque yo siempre los tengo.
Cada vez que miro al cielo
veo una estrella brillar.
Sé que eres tú
que me miras sonriente
y que siempre me amarás.
Sé el primero en comentar