Cuando miro esa cara tan bonita
que a pesar de su color
nos resulta agraciada,
con su tierno infante en brazos
y su cara levantada
y sus ojos fijos en Dios
y en sus labios una plegaria,
siento que mi alma se enardece,
que mi corazón me clama
amor para mis hermanos,
justicia para otras razas
y pienso que también los negros
tienen un alma,
una Madre negra,
pura y sin mancha
que por ellos reza
y que a ellos ama.
Una Madre que lloró
porque a su hijo mataban
siendo Él como era
el Redentor de las almas.
Se repite la historia.
Sí, se repite.
Y resulta vergonzoso
que no se sumen a la causa
todos los fieles cristianos
que a Judas calificaban
de vil reptil y venenosa alimaña.
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