¡Qué siento, Señor! ¡Qué siento!
El mundo cae a mis pies.
Las luces de la agonía
se encienden sin dejar ver.
Lloro con llanto oprimido.
Miro a los ojos de él.
Se enciende mi cara pura
sin que lo pueda entender.
¡No quiero vivir, Señor!
¡No quiero vivi sin él!
He conocido la dicha
y no la tengo sin él.
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