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Mes: febrero 2021

Tristeza

El día amaneció triste,
apagado, somnoliento.
Puntas de fuego rasgaban
de parte a parte el cielo.
Todo aparecía callado,
silencioso, como falto de vida.

Contagiada del ambiente
también yo sentía
frío, miedo, tristeza.
Mas ese falso temor
desapareció al instante.

Tú estabas allí, a mi lado.
Tus ojos llenos de luz
me miraban extasiados.
Tus manos acariciaban
suavemente mi rostro
como si de una niña pequeña
y asustada se tratase.

En nuestro hogar ardía
el fuego chisporroteante,
nervioso y vacilante
y nuestro amor, dulce llamita, reinaba
teniendo como trono
el corazón.

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El desgarro


¡Qué siento, Señor! ¡Qué siento!
El mundo cae a mis pies.
Las luces de la agonía
se encienden sin dejar ver.

Lloro con llanto oprimido.
Miro a los ojos de él.
Se enciende mi cara pura
sin que lo pueda entender.

¡No quiero vivir, Señor!
¡No quiero vivi sin él!
He conocido la dicha
y no la tengo sin él.

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El retorno

Era una mañana borrascosa.
El cielo se hallaba envuelto
por sombras fantasmales
que me aterrorizaban,
como si me cercaran
ahogándome con sus brazos
tentadores e invisibles.

Me dejé caer en el lecho
extenuada, abatida.
Comenzaba a amanecer,
eso me reanimó.
Sequé mis lágrimas
con brusquedad, con desdén
y me apoyé en el alféizar
de la coqueta ventana.

Un coche se detuvo ante mi umbral.
Un hombre descendió
envuelto en su gabán gris.
De pronto, sus pasos me inquietaron
y un grito de sorpresa
brotó de lo más recóndito y oculto de mi alma.

Nerviosa, me cubrí con el abrigo
y salí a su encuentro presurosa.
¡Eras tú! ¡Tú que volvías
porque aún me amabas!

Las sombras se alejaron.
Un arco iris de esperanza
comenzó a surcar
el espacioso ámbito del cielo.
En tanto yo te miraba venciendo mi timidez
por la emoción casi febril
de aquel sublime momento.

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Sueño despierto

El mar encrespado batía sus olas
desenfrenado,
mientras tú lo contemplabas
arrobado.
¡Y tú piensas y sueñas en dios sabe qué
ensimismado!

El cielo ensombrecido por las nubes
te estremece.
Los luceros rutilantes
te adormecen.
El tiempo que raudo pasó
te hizo pensar en la vuelta.

Mas ya no estás solo,
el recuerdo de la brisa,
el murmullo incesante de las hojas
y el perfume de la rosa,
a la par que te acompañan,
dibujan en tus labios
una sonrisa hermosa.

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Ya es tarde

Me llamas, ¿y para qué?
¿No recuerdas que dijiste
«no te quiero»?
Lloré de rabia y de angustia
y ante un Cristo yo juré,
si algún día me buscabas,
burlarme de tu querer.

¿Pides aún que te quiera?
¿Te atreves a mendigar
migajas de un cariño
que nunca se te dará?

Sigue tu camino, hermano
y no pienses en volver,
no sea que tropieces
con las zarzas
donde me he visto obligada
para siempre a esconder
la sombra pura y sublime
de aquel intenso querer.

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Palabras de amor

El verdor de tus pupilas
es el agua cristalina
que corre por el arroyo
cantando alegres canciones
que el viento va pregonando.

Noche negra y tenebrosa
son tus cabellos rebeldes
que tienen el brillo del sol,
la bravura de la muerte.

Tu piel oscura y broncínea
proclama a voces tu estirpe.
Tu sangre que es española,
al golpear en tus venas,
va murmurando en silencio
palabras de amor que queman.

Una española, también
de tu estirpe y tu bandera
que adora a tu mismo dios
que por ti y por ella reza,
te recuerda con amor
que no olvides la promesa
que un día no muy lejano
hiciste de no dejar de quererla.

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Siempre te recordaré

Esos labios puros y yertos
qué fríos y blancos están
y esos ojos tan oscuros
no los volveré a mirar
y esa sonrisa tan tierna
jamás podré contemplar
y esas manitas de nácar
que no podré acariciar.

¡Qué pena tengo, mi niña!
Qué pena me da el pensar
que una flor tuve en mis manos
y la estrujé sin piedad.

Pero yo sigo viviendo
en castigo a mi maldad,
mas mi fe y mi cariño
contigo a la tumba van.

No te olvides, niña buena,
por mí en el cielo rezar,
por si tus lágrimas puras
mi perdón pueden lograr.

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