Me llamas, ¿y para qué?
¿No recuerdas que dijiste
«no te quiero»?
Lloré de rabia y de angustia
y ante un Cristo yo juré,
si algún día me buscabas,
burlarme de tu querer.
¿Pides aún que te quiera?
¿Te atreves a mendigar
migajas de un cariño
que nunca se te dará?
Sigue tu camino, hermano
y no pienses en volver,
no sea que tropieces
con las zarzas
donde me he visto obligada
para siempre a esconder
la sombra pura y sublime
de aquel intenso querer.
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