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El blog de Mila Entradas

Día Mundial de la Poesía

Hoy es un día especial
para expresar sentimientos,
para volver a soñar.

En estos tristes momentos
de esta dura enfermedad,
lo mejor es expresar
que tenemos esperanza
en que todo cambie ya,
se acabe el confinamiento
y podamos olvidar
este triste pesadilla
que nos impide volar.

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Un ruego

Virgencita
blanca y pura como un nardo,
dulce flor inmaculada,
espejo fiel y sincero
de la inocencia y candor,
humilde madre de Cristo,
doncella de Nazaret,
a ti dirijo mis ruegos
que son ruegos de mujer.

A tus pies que son dos copos
de nieve blanca y rosada,
coloco mis esperanzas,
mis ilusiones primeras.
A ti, madre concebida
sin pecado original,
tu hija también pura,
viene a tus pies a implorar.

Que yo sea siempre buena,
candorosa y delicada,
imagen de tu belleza
serena e inmaculada.

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Dolor

Tiemblo al pensar,
pero no ¡no puede ser!
Dime que no
que no es verdad
que no mintió.

Dímelo tú, virgencita.
Tú eres para mí la luz,
el refugio de mis penas,
la ayuda para el dolor.

La madre amante y buena,
la que siempre perdonó
los desvíos de su hija
con su inmenso y gran amor.

¿Ilusiones? Nada queda.
¿Dolores? Profundos son.
Mas perdona, Virgen mía
mi congoja me cegó.
Por un momento olvidé
lo que tu hijo sufrió.

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Mi amor por ti

Mi amor por ti
es como el beso puro
que la madre pone
en la mejilla sonrosada
de su pequeño hijito.

Como la mirada tierna
de una virgen huidiza y asustada.
Tan fuerte, tan valeroso
como el sentimiento que asalta
la mente del soldado
cuando contempla a su patria
desgastada, abatida.

Como un dolor suave
y a la vez punzante y angustioso
que ayuda a llegar
hasta el reino de los justos.

Como el alba que al aparecer
lleva la sonrisa y la esperanza
al corazón de los que han sufrido
con las pesadas tinieblas.

No sé, pero tú me entiendes, ¿verdad?

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Tristeza

El día amaneció triste,
apagado, somnoliento.
Puntas de fuego rasgaban
de parte a parte el cielo.
Todo aparecía callado,
silencioso, como falto de vida.

Contagiada del ambiente
también yo sentía
frío, miedo, tristeza.
Mas ese falso temor
desapareció al instante.

Tú estabas allí, a mi lado.
Tus ojos llenos de luz
me miraban extasiados.
Tus manos acariciaban
suavemente mi rostro
como si de una niña pequeña
y asustada se tratase.

En nuestro hogar ardía
el fuego chisporroteante,
nervioso y vacilante
y nuestro amor, dulce llamita, reinaba
teniendo como trono
el corazón.

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El desgarro


¡Qué siento, Señor! ¡Qué siento!
El mundo cae a mis pies.
Las luces de la agonía
se encienden sin dejar ver.

Lloro con llanto oprimido.
Miro a los ojos de él.
Se enciende mi cara pura
sin que lo pueda entender.

¡No quiero vivir, Señor!
¡No quiero vivi sin él!
He conocido la dicha
y no la tengo sin él.

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El retorno

Era una mañana borrascosa.
El cielo se hallaba envuelto
por sombras fantasmales
que me aterrorizaban,
como si me cercaran
ahogándome con sus brazos
tentadores e invisibles.

Me dejé caer en el lecho
extenuada, abatida.
Comenzaba a amanecer,
eso me reanimó.
Sequé mis lágrimas
con brusquedad, con desdén
y me apoyé en el alféizar
de la coqueta ventana.

Un coche se detuvo ante mi umbral.
Un hombre descendió
envuelto en su gabán gris.
De pronto, sus pasos me inquietaron
y un grito de sorpresa
brotó de lo más recóndito y oculto de mi alma.

Nerviosa, me cubrí con el abrigo
y salí a su encuentro presurosa.
¡Eras tú! ¡Tú que volvías
porque aún me amabas!

Las sombras se alejaron.
Un arco iris de esperanza
comenzó a surcar
el espacioso ámbito del cielo.
En tanto yo te miraba venciendo mi timidez
por la emoción casi febril
de aquel sublime momento.

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Sueño despierto

El mar encrespado batía sus olas
desenfrenado,
mientras tú lo contemplabas
arrobado.
¡Y tú piensas y sueñas en dios sabe qué
ensimismado!

El cielo ensombrecido por las nubes
te estremece.
Los luceros rutilantes
te adormecen.
El tiempo que raudo pasó
te hizo pensar en la vuelta.

Mas ya no estás solo,
el recuerdo de la brisa,
el murmullo incesante de las hojas
y el perfume de la rosa,
a la par que te acompañan,
dibujan en tus labios
una sonrisa hermosa.

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Ya es tarde

Me llamas, ¿y para qué?
¿No recuerdas que dijiste
«no te quiero»?
Lloré de rabia y de angustia
y ante un Cristo yo juré,
si algún día me buscabas,
burlarme de tu querer.

¿Pides aún que te quiera?
¿Te atreves a mendigar
migajas de un cariño
que nunca se te dará?

Sigue tu camino, hermano
y no pienses en volver,
no sea que tropieces
con las zarzas
donde me he visto obligada
para siempre a esconder
la sombra pura y sublime
de aquel intenso querer.

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