Ramillete de nardos
son mis quereres,
azucenas tan blancas
como la nieve.
Sueño despierta
con mis amores
y dormida lo veo
como entre flores.
Es tan sublime
su amor sincero
que el besarme la mano
le da pesares.
Jesusito del alma
no me abandones
a fin de que me envidien
los manantiales,
las azucenas blancas
como la nieve.
Que el ser que quiero
sea siempre bueno,
me defienda y proteja
de los infiernos.
A ti te lo pido,
Madre del alma,
a ti, que eres la reina
más blanca y casta
que habita en los palacios
de cumbres altas.
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