Llegó la hora, mi amor
de la triste despedida,
de la cruel separación.
Es el momento oportuno
para decirnos adiós.
Lágrimas de angustia
brotan de mi corazón.
Espinas hondas y punzantes
que nos causará dolor,
al resbalar de unos ojos
llenos de expresivo amor.
Lo que siempre te diré,
pase un año, pasen dos,
que el amor que por ti siento
es de eterna duración.
Sólo te pido una cosa,
por la Madre de los dos,
la Pura y Santa Virgen,
que siempre nos protegió,
que recibas con frecuencia
a aquel que de veras nos unió
poniéndonos frente a frente
en un mundo de traición.
Estudia mucho mi bien
y no me olvides, por Dios
que si un día me olvidaras
por ti moriría de amor
y se apagaría la luna
y no brillaría el sol
y la Tierra misteriosa
lloraría de dolor
y las perfumadas flores
temblarían de temor.
Mas esto no llegará
porque confío en tu amor
y más que en ti
en quien confío es en Dios.
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