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Mes: diciembre 2020

Presentimiento

Siento una pena infinita
que brota del corazón
clavando dardos y espinas
sin piedad, sin compasión.

Mi tristeza es sin motivo,
mi congoja sin razón,
más yo presiento la muerte
tan cerca que da dolor.

No por mí, tú bien lo sabes, Señor,
es tan chiquillo,
es tan profundo su amor
que temo dejarlo sólo,
sin mi amparo,
sin mi pobre adoración.
¡Déjame vivir, Señor!
Para que un día ante ti
pueda decir sí, lo quiero.
Sin rubor y sin temor
pueda acariciar su rostro
tan querido para mí.
Mirar sus ojos tan dulces
tan serenos, tan así.

Después qué más me da ya morir.
Señor, te lo suplico,
déjame por él vivir.

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En pos de una quimera

Noches de bruma y esperanza
de estrellas escondidas
y luces apagadas.
Reclinada en blando lecho
la dulce niña lloraba
y de sus ojos castaños
blancas gotas de rocío resbalaban.

A Morfeo, dios del sueño
y de noches embrujadas,
ella llamaba.
A su ruego
anciano de luengas barbas
recostose en su ventana
y consolándola díjole:

«Yo tejeré para ti
con nubes y espumas blancas,
sueños de amor y de dichas
coronados de alegrías y esperanza.
Mas ay, sólo te han de durar
hasta que el rey astro salga».

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Sombra amada

Mi ideal eres tú,
¡oh, sombra amada
que te ocultas en el cielo!

Sueño y te veo todas las noches
en que triste pienso en ti.
Tú no existes, ya lo sé.

El amor es renunciar
y por renunciar a ti,
aún te amo yo más.

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Cruel destino

La aguda sombra de mortal neblina herida
se derrumba sojuzgada por denso telón de bruma.
Desagarrada el alma pura en girones de tristura
va buscando la esperanza por las sendas de la duda.

En el cadalso perece la ilusión recién nacida
como una rosa tronchada en frágil jarrón de China.

¡Tiembla llorosa y suplica por quien le quita la vida,
Muere entre tiernas plegarias que un ángel al cielo envía!

No llores por ella, amor, que ya consiguió la dicha,
solloza por tu destino que te prohíbe seguirla.

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Un triste recuerdo

El sueño me transportó
a un lugar encantado,
en el que mil flores distintas vi
sobre un lago plateado.

Rosas de seda roja
tan brillantes como el fuego
se mecían en sus hojas
y un aluvión de jazmines
tan blancos como el nácar
reposaban en sus aguas
cual ninfas engalanadas.

Más yo triste,
sentada al pie de una acacia
suspiraba
y de mis ojos
como cuentas engarzadas
resbalaban
miles de perlas blancas
que el mismo sol envidiaba.

Una pena tan profunda
atenazaba mi alma
que aún estando despierta
su recuerdo me acompaña.

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A la deriva

Paseo por la cuerda de la vida
temblorosa, inestable, dando tumbos,
sin saber dónde agarrarme.

Vivo sola, en compañía,
esperando no sé qué cosa de la vida.

Vivo al son que los demás tocan
para no fastidiarles la vida
y ahora, al cabo de los años,
camino sin rumbo,
a la deriva.

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Venció el amor

Halcón negro es un apache
orgulloso por demás,
pero jefe más valiente
no existe ni existirá.

Vigoroso por su fuerza,
invencible por su ardor,
todos le temen y admiran,
todos excepto yo.

Una india muy rebelde
que llaman Ardilla Azul
que le declaró la guerra
con firmeza y con tesón,
sólo con sus ojos negros
hostiles y sin temor.

El apache dijo un día:
«Esto tener que acabar.
Tú, mujer india,
conmigo te casarás
y así, estando yo cerca,
a ti yo poder domar».

La india, enamorada,
muy dulce se tornará
y el apache duro y fiero,
en lo único que piensa
es en evitarle mal.

La joven y tierna Ardilla
jamás descalza ya irá,
unos zuecos muy robustos
le ha venido a regalar.

Su amante y dulce esposo
por ella acarreará
los pesados recipientes
que se hallaba obligada
a tener que transportar.

Todo es paz en el campamento,
todo paz y serenidad
y el que se creía jefe
reducido quedará
a esclavo encadenado
por un amor sin igual.

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Desengaño

Quisiste ser depravada roca,
dolor punzante de espina infiel
y ¡fíjate lo que es la vida!
me ayudaste con tu cinismo
y no me heriste, ni fuiste cruel.

Sigue tu camino lacerante,
sin volverte una sola vez,
que soy fuerte porque soy débil
y no desfalleceré.

En tu bondad creí.
No me arrepiento.
Mi confianza en ti deposité.
Busqué tu ayuda
que no negaste,
mas al dar la vuelta,
tu puerta cerrada me encontré.

Quisiera saber lo que ha pasado
y mi alma en lacrado pergamino envolver,
cerrar los ojos, dormir profundo
¡que pesadilla pudiera ser!

¡Cuánto he pasado, cuánto he sufrido!
¡Cuánto me queda por padecer!

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La Torre de Babel

Si el mundo fuese
un ventanal abierto
donde cada uno
al asomarse viese al otro
¡qué hermoso sería el mundo!
¡Qué hermoso!

Si la Tierra fuese un huerto
donde el sembrado de todos
saciase el hambre de muchos,
la Tierra sería el reino,
reino de los hombres justos.

Si cuando sientes amor
acudes a que te escuchen
y se vuelcan y te ayudan
¡qué buena sería la gente!

El mundo no es un ventanal,
ni un huerto la Tierra es,
ni hay gente que escuchen ya,
es la Torre de Babel.

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El mar me recuerda…

Sentada estaba en la orilla
del blanco mar espumoso
y sus olas me mecían
con cantos muy melodiosos.

El padre sol me besaba
con sus rayos ardorosos,
tornando mi piel de nieve
en bronce más luminoso.

La brisa inquieta y suave
mecía mis cabellos en el aire,
dando encanto y donosura
al más hermoso paisaje.

Ajeno a ello, mis ojos
se miraban en las aguas
del blanco mar espumoso,
atraídos por su brillo,
por su color cristalino,
por su verdor transparente,
por ser la imagen serena
de dos gemas color mar
cuyo mirar sólo quema.

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