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El blog de Mila Entradas

Cruel destino

La aguda sombra de mortal neblina herida
se derrumba sojuzgada por denso telón de bruma.
Desagarrada el alma pura en girones de tristura
va buscando la esperanza por las sendas de la duda.

En el cadalso perece la ilusión recién nacida
como una rosa tronchada en frágil jarrón de China.

¡Tiembla llorosa y suplica por quien le quita la vida,
Muere entre tiernas plegarias que un ángel al cielo envía!

No llores por ella, amor, que ya consiguió la dicha,
solloza por tu destino que te prohíbe seguirla.

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Un triste recuerdo

El sueño me transportó
a un lugar encantado,
en el que mil flores distintas vi
sobre un lago plateado.

Rosas de seda roja
tan brillantes como el fuego
se mecían en sus hojas
y un aluvión de jazmines
tan blancos como el nácar
reposaban en sus aguas
cual ninfas engalanadas.

Más yo triste,
sentada al pie de una acacia
suspiraba
y de mis ojos
como cuentas engarzadas
resbalaban
miles de perlas blancas
que el mismo sol envidiaba.

Una pena tan profunda
atenazaba mi alma
que aún estando despierta
su recuerdo me acompaña.

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A la deriva

Paseo por la cuerda de la vida
temblorosa, inestable, dando tumbos,
sin saber dónde agarrarme.

Vivo sola, en compañía,
esperando no sé qué cosa de la vida.

Vivo al son que los demás tocan
para no fastidiarles la vida
y ahora, al cabo de los años,
camino sin rumbo,
a la deriva.

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Venció el amor

Halcón negro es un apache
orgulloso por demás,
pero jefe más valiente
no existe ni existirá.

Vigoroso por su fuerza,
invencible por su ardor,
todos le temen y admiran,
todos excepto yo.

Una india muy rebelde
que llaman Ardilla Azul
que le declaró la guerra
con firmeza y con tesón,
sólo con sus ojos negros
hostiles y sin temor.

El apache dijo un día:
«Esto tener que acabar.
Tú, mujer india,
conmigo te casarás
y así, estando yo cerca,
a ti yo poder domar».

La india, enamorada,
muy dulce se tornará
y el apache duro y fiero,
en lo único que piensa
es en evitarle mal.

La joven y tierna Ardilla
jamás descalza ya irá,
unos zuecos muy robustos
le ha venido a regalar.

Su amante y dulce esposo
por ella acarreará
los pesados recipientes
que se hallaba obligada
a tener que transportar.

Todo es paz en el campamento,
todo paz y serenidad
y el que se creía jefe
reducido quedará
a esclavo encadenado
por un amor sin igual.

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Desengaño

Quisiste ser depravada roca,
dolor punzante de espina infiel
y ¡fíjate lo que es la vida!
me ayudaste con tu cinismo
y no me heriste, ni fuiste cruel.

Sigue tu camino lacerante,
sin volverte una sola vez,
que soy fuerte porque soy débil
y no desfalleceré.

En tu bondad creí.
No me arrepiento.
Mi confianza en ti deposité.
Busqué tu ayuda
que no negaste,
mas al dar la vuelta,
tu puerta cerrada me encontré.

Quisiera saber lo que ha pasado
y mi alma en lacrado pergamino envolver,
cerrar los ojos, dormir profundo
¡que pesadilla pudiera ser!

¡Cuánto he pasado, cuánto he sufrido!
¡Cuánto me queda por padecer!

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La Torre de Babel

Si el mundo fuese
un ventanal abierto
donde cada uno
al asomarse viese al otro
¡qué hermoso sería el mundo!
¡Qué hermoso!

Si la Tierra fuese un huerto
donde el sembrado de todos
saciase el hambre de muchos,
la Tierra sería el reino,
reino de los hombres justos.

Si cuando sientes amor
acudes a que te escuchen
y se vuelcan y te ayudan
¡qué buena sería la gente!

El mundo no es un ventanal,
ni un huerto la Tierra es,
ni hay gente que escuchen ya,
es la Torre de Babel.

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El mar me recuerda…

Sentada estaba en la orilla
del blanco mar espumoso
y sus olas me mecían
con cantos muy melodiosos.

El padre sol me besaba
con sus rayos ardorosos,
tornando mi piel de nieve
en bronce más luminoso.

La brisa inquieta y suave
mecía mis cabellos en el aire,
dando encanto y donosura
al más hermoso paisaje.

Ajeno a ello, mis ojos
se miraban en las aguas
del blanco mar espumoso,
atraídos por su brillo,
por su color cristalino,
por su verdor transparente,
por ser la imagen serena
de dos gemas color mar
cuyo mirar sólo quema.

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Despedida

Llegó la hora, mi amor
de la triste despedida,
de la cruel separación.
Es el momento oportuno
para decirnos adiós.

Lágrimas de angustia
brotan de mi corazón.
Espinas hondas y punzantes
que nos causará dolor,
al resbalar de unos ojos
llenos de expresivo amor.

Lo que siempre te diré,
pase un año, pasen dos,
que el amor que por ti siento
es de eterna duración.

Sólo te pido una cosa,
por la Madre de los dos,
la Pura y Santa Virgen,
que siempre nos protegió,
que recibas con frecuencia
a aquel que de veras nos unió
poniéndonos frente a frente
en un mundo de traición.

Estudia mucho mi bien
y no me olvides, por Dios
que si un día me olvidaras
por ti moriría de amor
y se apagaría la luna
y no brillaría el sol
y la Tierra misteriosa
lloraría de dolor
y las perfumadas flores
temblarían de temor.

Mas esto no llegará
porque confío en tu amor
y más que en ti
en quien confío es en Dios.

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Profanación

¿Es amor
tener las manos enlazadas,
las mejillas arreboladas,
los labios brindando amor?
¡No es amor!

¿Es ternura
sembrar de tristeza y duda
las almas nobles y puras
llenas de inocente amor?
¡Es traición!

¿Es respeto
besar los labios inquietos
de los que no brotaron
más que ruegos y oración?
¡Es dolor!

¿No es profano
salpicar de lodo humano
lo que sólo es de Dios?
¡Dímelo!

¿No es ser malo
arrancar las florecillas
más humildes y sencillas
del tronco lleno de amor
del que un día brotó?
¡Perdición!

¿No es tristeza
tener ilusiones hechas
y verlas pronto deshechas
por un tornado traidor?
¡Maldición!

¿No es congoja
el ver que ya no eres rosa
sino espina lacerosa
para quien le diste amor?
¡Comprensión!

¡Dios mío! ¿Dios mío!
¡Qué tremenda confusión!
Pero antes de caer,
Señor, en la tentación
¡La muerte!

La muerte que no es traición
como le ocurre al pecado
que es llama de corrupción.

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Desolación

Príncipe azul que llegaste
al alféizar del palacio
donde una jovencita
de carita virginal
y dulces ojos garzos
contemplaba el horizonte.

De pronto, los ojos negros,
negrura de noche cuervo
sonríen,
y la picardía se asoma
a su carita de cielo,
porque sabe que ha venido,
el príncipe de sus sueños.

Mas después de arrebatarle
la tierna flor de su amor
te alejaste de su lado
sin ninguna compasión
destruyéndole su alma
blanca y pura como el sol.

¡Maldito sea el caballero!
¡Maldito su corazón
que por llevar se llevó
el más lindo ramillete
que en Castilla floreció!

Ya no sonríe la niña,
ya no acaricia a Cantor,
pajarillo que le hablaba
de un paisaje embrujador.
Ya no bebe el agua clara
del manantial del amor,

Sus mejillas sonrosadas,
han perdido su color,
y sus labios de rubíes
marchitos están de dolor.

La dulce niña descansa,
tronchada como una flor,
en un lecho de azucenas
tan blanco como el alma que subió
a la infinidad del cielo
donde Cristo la llamó.

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